En una buena obra de arte, más o menos oculta, se encierra una parte, luminosa u oscura, de su autor, que la dota de una veracidad que no se ve pero es perceptible.
Al ser la perfumería un Arte, al menos la que entiendo como una suerte de alquimia que apela a nuestro yo más animal, el olfativo, retándolo a bucear en emociones y recuerdos, tenía una intensa curiosidad por saber cuánto y que parte de Antonio, buen amigo y mejor persona, había en este perfume, neroli nostrum. Ya adelanto que no decepciona, y que bajo sus notas laten verdad y audacia.
El neroli o azahar en este perfume juega al despiste, no es un neroli al uso, infantil, blanco y bobalicón, agua de colonia insulsa de bebés regordetes y emperifollados, sino que tiene intención y hasta su poquito de maldad.
El neroli, presente en las tres fases del perfume, actúa como lienzo en el que el resto de notas se expresan y matizan entre ellas. En su salida, junto a él, aunque sutil, hay un instante fresco de bergamota y picante de jengibre, sólo un destello, que se funde y confunde con una de las notas reinas en esta esencia: la tuberosa.
Las flores blancas siempre se han relacionado con la pureza, la inocencia y hasta la candidez. Y aunque la tuberosa lo es, es innegable que es un lobo con piel de cordero. Conocida por varios nombres, cuando su esencia es sutil y liviana, la nombran como azucena, flor devota ofrecida a las Vírgenes eclesiales, pero cuando aumenta su intensidad, se vuelve carnal, lasciva, casi sexual, animálica... y entonces la conocemos como nardo.
En neroli nostrum, la tuberosa está a medio camino entre azucena y nardo, una virgen con tanga de leopardo, un canto al Nabokov con la mirada más impúdica a una piruleta y un bañador púber.
Hay quien piensa que esta nota puede resultar femenina sólo por ser flor... a mi entender, es algo impostado, un prejuicio arcaico de quienes aún creen que el color rosa es de mujeres, que los hombres no lloran y que oler a flores es poco más o menos que declararte homosexual... Aún así, para ésos, a los pocos minutos, acompañando a la flor, aparece muy masculina, una nota de higo verde y astringente, casi amarga sin llegar a serlo, de hoja caldeada al sol inmisericorde de un verano mediterráneo de sal y chicharras, que la matiza hasta templarla y destilar un perfume sin género definido pero con mucha intención y aún más peligro.
Este dúo tuberosa-higo se mantiene sostenido por un neroli sutil pero denso, empapado en argán, que lo hace dorado y luminoso, como la resina que resbala lenta y firme por la corteza de un árbol en una gota de luz total.
Y entran en juego sobre todo cedro y el sándalo, el oud sólo apuntala el conjunto, perfumando flor y fruto, dando raiz y tierra a lo etéreo, atando al suelo la ensoñación del azahar, dándole peso y consistencia, terminando el viaje primero etéreo y luego frutal del neroli, en la serenidad aromática, orgánica y táctil, de la madera pulida.
Neroli nostrum es elegancia carnal, un caballero con barba de tres días y una cucharilla de absenta en el bolsillo, un día de verano en una playa nudista, vacaciones con ópera y vodka, un canalla con ralla diplomática, un santo bebedor... pero sobre todo es honesto y brutal.
Y sí, a los que les interesan esas cosas, dura casi 8 horas de placer olfativo y cosecha por igual cumplidos que labios inferiores medio mordidos...
Gracias por este regalo Antonio y Daniel.
Perfumón.